La lucha por el 2277: el sindicalismo docente entre los años 1972 y 1979 en Colombia y el departamento del Tolima
Introducción:
En el año 2005 el profesor Carlos Eduardo Vasco, quien fue miembro de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo del gobierno de Cesar Gaviria, fue entrevistado por la Revista Internacional del Magisterio acerca de la actualidad de la Educación en Colombia; al referirse específicamente a la profesión docente Vasco afirmó:
“Yo veo en este momento un tiempo de deterioro de la profesión docente, por todo el problema económico, el problema de la falta de visión que tuvo el sindicato para ubicarse frente a los golpes que se le venían desde la apertura económica, y la globalización, y las pensiones, y las congelaciones de salarios, y las eliminaciones de los regímenes especiales, del aumento del tiempo y del número de alumnos por aula etc, y que ya están sufriendo nuestros colegas en estos primeros meses de este año. Y veo que eso va a dar muy fuerte a muchas personas que van a buscar jubilarse porque se aburrieron ya del asunto, va a eliminar a mucha gente que tenía vocación de maestro y mas bien va a pasarse a otra profesión... Van a ser tiempos muy difíciles para este futuro cercano.” (Vasco, C. 2005)
Esta nos parece una descripción justa de la realidad de la profesión docente en el país; para nadie es un secreto que las nuevas disposiciones legales que han entrado a regir la actividad de los maestros en Colombia van directamente en contra de su calidad de vida. Con ellas se liquida la estabilidad laboral, se limitan las posibilidades de aumento salarial y por ende las de formación y promoción social. De este modo decretos como el 1278 del 19 de Junio de 2002, también llamado Estatuto de Profesionalización Docente, se convierten en la muestra clara del retroceso histórico que los trabajadores de la educación empiezan a tener en cuanto a sus condiciones laborales. Retroceso porque hace apenas algunos años que las luchas sindicales de los maestros colombianos les permitieron aspirar a una vida muy distinta a la que tienen hoy en perspectiva, una vida realmente digna.
Justamente el interés de este escrito es centrar su atención en uno de los momentos en que esa esperanza de una vida digna parecía ser realizable; el periodo comprendido entre los años 1972 y 1979, uno de los de mayor intensidad de la lucha sindical de los docentes en Colombia, en el cual, el principal conflicto del magisterio nacional se relacionaba con la lucha por el anterior Estatuto Docente. Así mismo, nos interesa ilustrar cómo se expresó esta contienda laboral y política en el departamento del Tolima.
Nos situamos en este momento y no en otro por una consideración fundamental, esa lucha y el triunfo que de ella se derivo, ha sido una de las máximas conquistas que han alcanzado los trabajadores del magisterio colombiano en su historia y por ello puede ofrecernos grandes lecciones para enfrentar la realidad actual.
El contexto internacional:
El siglo XX es sin duda una de las épocas más paradójicas de la historia humana; desde sus inicios estuvo marcado por fenómenos profundamente contradictorios que irrumpían con una velocidad alarmante para reconfigurar nuestra idea del mundo y de la realidad. La década del setenta no fue una excepción a la regla, en ella pudimos observar desde la instalación de un buen número de regímenes totalitarios y dictatoriales en América Latina, hasta el triunfo de todo tipo de revoluciones en el mundo. La llegada al poder de Pinochet o de la junta militar argentina, la revolución vietnamita o la centroamericana son solo una pequeña muestra.
Sin embargo, por más contradictoria que fuera esta década, es innegable que estuvo caracterizada por un ascenso sin precedentes de las posiciones revolucionarias de muchos sectores de la población mundial. La ruptura con el colonialismo, la presencia de la URSS o de la China comunista, o simplemente la esperanza y el deseo de una sociedad justa motivaron a cientos de hombres y mujeres a desarrollar todo tipo de luchas, que podían ir desde la reivindicación salarial mínima hasta la arremetida directa en contra del modo de producción capitalista.
En América Latina la dinámica revolucionaria fue impulsada por la combinación de diversos factores; entre ellos podemos mencionar: la miseria, la exclusión social, las desastrosas condiciones de vida que por años habían soportado gran parte de sus habitantes, sumado a la influencia de diversos procesos revolucionarios y nuevas ideologías, especialmente del marxismo y de la revolución cubana.
La reacción de los países imperialistas que se habían hecho hegemónicos en esta zona del mundo, así como, de las burguesías nacionales que los apoyaban, no se hizo esperar, por un lado intentaron implementar una serie de programas sociales y de industrialización que tenían como fin el desarrollo económico de la región y por esa vía el de acallar y tranquilizar a los diversos movimientos sociales; y, al mismo tiempo, la ya mencionada instalación de dictaduras militares y regímenes totalitarios en algunos países en los que los anhelos de cambio se le salían de las manos.
La situación nacional:
Colombia pasó de ser una sociedad predominantemente rural a eminentemente urbana en la segunda mitad del siglo XX. La política que permitió este importantísimo transito consistió en el impulso al desarrollo del sector industrial, con tal propósito los gobiernos de la época estimularon la afluencia de capital extranjero al país, éste empezó a llegar de manera más decidida luego de la revolución cubana y en medio de programas para la contención del “avance comunista” en América Latina como la Alianza para el progreso del presidente norteamericano John F. Kennedy.
Si bien el proceso de industrialización resulto ser incipiente y perdió el apoyo externo hacia finales de la década del setenta es innegable que produjo múltiples cambios en la realidad nacional, el primero de ellos ya ha sido apuntado, la vida en las ciudades de la mayoría de la población se hizo una constante; así mismo, el componente de obreros y trabajadores industriales creció considerablemente; las tasas de analfabetismo se fueron reduciendo, con lo cual, los sectores populares empezaron a tener acceso real al conocimiento y la clase media a la posibilidad de hacerse más culta; los niveles de salubridad y de acceso a los servicios básicos también se incrementaron y con ello apareció una notable baja de la tasa de mortalidad; finalmente podríamos anotar que el sector terciario, o de servicios, empezó a tener los porcentajes de crecimiento anual más significativos.
Pero, en medio de todas estas transformaciones las soluciones a los problemas estructurales del país no se hicieron realidad, incluso afloraron nuevos conflictos sociales de difícil solución. La explosión demográfica sumada a constantes migraciones internas** y a la falta de una política clara de urbanización nacional presionaron la formación de ciudades de desproporcionadas dimensiones en las cuales se hace inoperante la satisfacción de las necesidades básicas de la mayoría de sus habitantes, así mismo, generaron un incremento significativo del ejército de reserva industrial, es decir, del número de desempleados citadinos, que en el mejor de los casos pasó a hacer parte de la llamada economía informal y en el peor de las bandas de la delincuencia organizada.
Al campo no le fue mejor, en muchas regiones los trabajadores agrícolas o agroindustriales y los campesinos siguieron viviendo en condiciones muy cercanas a las del siglo XIX, se perpetuo el dominio de la gran propiedad terrateniente, la inaccesibilidad a los servicios públicos, salud, educación o transporte y la falta de apoyo crediticio real. Por todo lo anterior, la pobreza y la inequidad social se siguieron reproduciendo y con ellas las profundas insatisfacciones del pueblo colombiano.
Al comienzo de la década del setenta se da inicio al periodo presidencial de Misael Pastrana Borrero, último mandatario del pacto oligárquico - bipartidista del frente nacional; su gobierno y el de sus sucesores, Alfonso López Michelsen y Julio Cesar Turbay Ayala, van a tener que hacer frente a esta problemática.
Características de las luchas sindicales en la década del 70:
Ese contexto internacional y las particularidades de la realidad nacional marcarán de manera decisiva al sindicalismo colombiano en la década del 70. El primer hecho que vale la pena destacar es que los sindicatos en la segunda mitad del siglo XX empezaron a limitar sus vínculos con los partidos tradicionales y con la iglesia, esto permitió la entrada y el auge en las organizaciones de los trabajadores de los movimientos influenciados por las grandes corrientes del pensamiento revolucionario internacional, especialmente las asociadas al marxismo: el trotskismo, el maoísmo, y las corrientes stalinistas vinculadas a los partidos comunistas.
Los procesos de sindicalización en Colombia arrancaron con el siglo XX teniendo como sectores más desarrollados a los trabajadores vinculados con la explotación minera en Antioquia, la petrolera en Santander, la producción bananera en el Magdalena y los servicios de transporte en el centro del país. Sin embargo, al pasar la mitad del siglo algunos de estos gremios y renglones productivos habían salido de las esferas de importancia de la economía nacional o simplemente habían desaparecido, este es un segundo hecho de gran importancia para la actividad sindical colombiana.
En 1953, la población urbana alcanzó la cifra de 5.177. 000 habitantes concentrándose en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. Estos cambios afectaron la estructura ocupacional: entre 1938 y 1951, el grupo de los empleados del Estado y de los servicios aumento en la cifra considerable de 291,7 %, mientras que el sector obrero tuvo un crecimiento del 7,7%. (Londoño Botero, R. 1989, P. 279)
A medida que avanzaron los años estas cifras y las dinámicas que en ellas se expresaban se desarrollaron mucho más, la tendencia fue entonces a tener los sindicatos más fuertes, numerosos y combativos entre los trabajadores del Estado y de los servicios, así como, aunque en una menor proporción, entre los obreros fabriles. Este hecho se explica por ciertas condiciones que favorecían el desarrollo de los sindicatos de los trabajadores estatales y no así el de los empleados de las grandes o pequeñas fábricas que operaban en el país, lo cierto es que serán estos sectores los que dinamizaran las luchas de los trabajadores en Colombia en la década del 70, los obreros industriales por el importantísimo peso que tienen dentro del aparato productivo y los empleados del Estado y de los servicios porque llegan a ser el componente mayoritario de los trabajadores sindicalizados.
El sindicalismo colombiano es en la actualidad un movimiento urbano, compuesto en un 70% por los trabajadores del Estado, de los servicios público y sociales y de la manufactura. Los sindicatos agrarios tienen un peso muy reducido. El nivel de los trabajadores industriales es relativamente bajo: sólo una cuarta parte está sindicalizada. Ello contrasta con la elevada organización de los trabajadores del Estado cuya tasa de sindicalización en 1980 era de 68%. En este desequilibrio intervienen factores como la dispersión y la heterogeneidad de los trabajadores de la industria, y la centralización y relativa homogeneidad de las condiciones laborales de los trabajadores del Estado.(Londoño Botero, R. 1989, P. 301)
El nuevo rostro del sindicalismo colombiano se configura así de la mano de las corrientes revolucionarias que avanzan a nivel mundial por un ascenso significativo de las luchas y movimientos sociales y en medio de las transformaciones socioeconómicas que el país vive desde la década del 50.
Ese nuevo sindicalismo fue el que enfrento de manera decidida una realidad nacional marcada por los coletazos de la crisis económica mundial de 1973 y por el cambio en la política económica y social del Estado colombiano. Impulsados por el Banco mundial los gobiernos nacionales de este periodo empezaron a sepultar el programa de industrialización por sustitución de importaciones y a generar las dinámicas de descentralización y privatización que le son propias al llamado neoliberalismo.
En medio de tales condiciones los salarios reales de los trabajadores empezaron a bajar y el costo de vida a crecer de manera escalofriante al punto que la inflación llegó en 1977 a la escandalosa cifra del 33%; las alzas en las tarifas de los servicios públicos, particularmente en el trasporte se hicieron frecuentes; los despidos colectivos fueron pan de cada día y con ellos el aumento de la tasa de desempleo a nivel nacional; así mismo, el gobierno tomó todo tipo de medidas restrictivas para con las huelgas y restringió los derechos sindicales y de movilización, característica, esta última, que llegará a su cúspide con la expedición del Estatuto de seguridad de Turbay en 1978.
El conjunto de estos problemas provocaron los niveles de agitación y movilización más importantes de la historia de los trabajadores y sus sindicatos en Colombia, desde la década del 60 se hicieron constantes las huelgas y paros en todo el país. “En esta coyuntura, las huelgas tuvieron una magnitud sin precedentes: entre 1962 y 1973 ocurrieron 697 huelgas y 5 intentos de paro nacional, algunos logrados con éxito” (Londoño Botero, R. 1989, P.293)
Una de las huelgas más importantes a comienzos de la década del 70 fue la de los trabajadores de ECOPETROL en agosto de 1971 en Barrancabermeja. Los trabajadores ocuparon las instalaciones de la refinería y fueron desalojados a sangre y fuego por el ejército nacional, un trabajador fue asesinado, doscientos treinta fueron despedidos y 6 fueron a parar a prisión. El movimiento huelguístico, de lucha y movilización de los trabajadores, no pudo ser frenado por la represión estatal, muy al contrario aumento paulatinamente a medida que avanzaba la década, una de sus características relevantes fue sin duda el dinamismo y combatividad que mostraron tener los maestros sindicalizados.
“La actividad huelguística del país se ha ido incrementando con el trascurso del tiempo. Entre 1974 y 1980 aumentaron a 73 el número promedio de huelgas por año, en tanto que en el periodo anterior (1963-1973) fue de 58. El predominio de huelgas en los servicios y en la industria a continuado; resalta una mayor participación de los trabajadores del Estado y del magisterio oficial. El 46% de las huelgas se localizó en el sector de los servicios y el 15% fueron llevadas a cabo por el magisterio.” (Londoño Botero, R. 1989, P.301)
Los sindicatos de maestros en la década del 70, en la vanguardia de la lucha:
Los sindicatos de maestros en Colombia empiezan a desarrollarse desde comienzos del siglo XX; este es el caso del Sindicato de Profesores y Maestros del Tolima que aparece en 1918, de igual modo, desde estas fechas se percibe la intención de unificación de los docentes a nivel nacional que se expresa en la creación de organizaciones como la Asociación de Maestros de Colombia que data de 1924*.
Sin embargo, es propiamente en la segunda mitad del siglo XX que las luchas y organizaciones sindicales de los maestros empiezan a cobrar relevancia; los factores que influyeron decididamente en tales hechos ya han sido expresados líneas arriba y se relacionan fundamentalmente con el naciente predominio de la vida urbana y con el consecuente aumento de los empleados estatales, entre los cuales se cuentan el cuerpo docente.
Es así como en noviembre de 1958 se realiza el primer congreso de educadores de Colombia en la ciudad de Bogotá, en dicho evento se crea la Asociación Nacional de Educadores de Colombia que pasará a llamarse a partir del 25 de marzo de 1959, en el marco de un nuevo congreso nacional de maestros, Federación Colombiana de Educadores, la FECODE*. Agrupación que se convirtió en adelante en un importante organismo de unificación de las luchas de los maestros en el país. (Cristancho, V. 2006)
Entre los años 1959 y 1963 los sindicatos del magisterio tiene una importante actividad, jalonan luchas, movilizaciones y paros de forma sectorial, especialmente en la ciudad de Bogotá. Pero será en el año de 1963 cuando la FECODE convoque a la primera huelga nacional de educadores. El gobierno se encuentra encabezado por Guillermo León Valencia quien había mostrado un permanente desinterés por los problemas de los maestros. La huelga permitió el reintegro de la Junta Nacional de Escalafón y convirtió a FECODE, en la práctica, en la organización sindical que llevaba la voz del magisterio colombiano. (Benavides, E. Sin fecha)
Nuevamente en el año de 1966 se convoca a un cese de actividades, en esta oportunidad los maestros vinculan sus exigencias laborales con la denuncia del deterioro de las condiciones de vida del pueblo colombiano; elemento que marca lo que va a ser una tendencia en sus luchas futuras, la estrecha relación que se va a forjar entre los educadores y los sectores populares.
Con estos antecedentes mínimos podemos ahora detenernos en la lucha fundamental del periodo que nos interesa. Entre 1972 y 1979 el conflicto central entre los educadores y el gobierno nacional gira entorno al Estatuto Docente, es decir, a la norma o conjunto de normas que regulan el ejercicio profesional y las condiciones laborales de los docentes en Colombia.
El 22 de febrero de 1972 el ministro de educación nacional Luis Carlos Galán, quien hacia parte del gobierno de Misael Pastrana Borrero, expide el decreto 223, o Estatuto Docente. En este decreto se establecían una serie de medidas que eliminaban los derechos gremiales y políticos conquistados por los maestros colombianos en sus luchas de los últimos años. Se les quitaba la posibilidad de organizarse sindicalmente y se les negaban los derechos de contratación colectiva y de huelga bajo la denominación de empleados públicos. Adicionalmente se dividía a los maestros en una serie de categorías que se hacían inalcanzables y que llegaron a ser ridiculizadas hasta por la prensa oficial; y, como si fuera poco, se dictaban disposiciones que impulsaban la pérdida de la estabilidad laboral. (Tribuna Roja. 1972)
Los maestros de secundaria a nivel nacional fueron los primeros en declarar cese de actividades en contra del Estatuto, posteriormente lo hizo la Federación Colombiana de Educadores que convoca a un paro nacional en el mes de marzo. El gobierno lo declara ilegal e implementa medidas como la del Estado de Sitio para restarle posibilidades de acción; amenaza con el cierre de colegios y prohíbe las reuniones y manifestaciones; no obstante, la fuerza del movimiento es tan importante que logró la suspensión del estatuto de Galán. (Cristancho, V. 2006)
La FECODE y el gobierno de Pastrana negociaron la finalización de la huelga llegando a dos acuerdos centrales: se conformaría una comisión o consejo asesor - en el que tendrían asiento los maestros - para la elaboración de las normas del escalafón y el Estatuto Docente, y, así mismo, se concertarían los aumentos saláriales para el siguiente año. Nada de esto fue cumplido por el gobierno, la negociación resulto ser un fraude.
De tal modo, para el año de 1973 Pastrana amenaza con presentar al Congreso de la República un nuevo Estatuto Docente en el que se mantendría la idea de eliminar los derechos adquiridos por los educadores en sus luchas anteriores. De la misma forma, dejó de pagar el reajuste salarial y las prestaciones sociales correspondiente a ese año, no permitió la nivelación de los sueldos de los profesores de primaria y secundaria e impulso destituciones de maestros en varios departamentos; por estos hechos un nuevo paro nacional fue convocado para el mes de agosto de 1973.
Este paro fue reprimido duramente por el gobierno y condujo al cierre de la Universidad Nacional y a la destitución de más de mil activistas docentes en todo el país. FECODE no lograba cumplir con su cometido de unificar las luchas del magisterio nacional, los errores de su dirección en el paro anterior le valieron en el del 73 la falta de apoyo de algunos sindicatos departamentales.
Será sólo hasta 1975 que nuevamente se logre consolidar un apoyo decidido a la idea de una jornada de paro y movilización a nivel nacional. En febrero de ese año la FECODE definió un cese total de actividades de 48 horas para el mes abril. Su reunión plenaria del 17 de febrero aclaró los objetivos del paro: el llamado a la expedición de un Estatuto Docente que profesionalice al magisterio, la búsqueda de garantías de sus derechos políticos, la solución de los pliegos de petición regionales, la jornada laboral de 5 días semanales, la nacionalización de pagos de maestros y el aumento de un 30% en el presupuesto educativo. (Benavides, E. Sin fecha)
La respuesta del gobierno, del ahora presidente Alfonso López Michelsen, no se hizo esperar; se expidieron los decretos 528 y 541 con los cuales se aclaraban las sanciones que acarrearía la participación de las organizaciones sindicales del magisterio o de los educadores en particular en el paro convocado por la FECODE. Los maestros participaron masivamente del cese de actividades y llovieron los despedidos para centenares de profesores de todo el país; del mismo modo se suspendieron las personerías jurídicas de varios sindicatos, se congelaron los salarios del magisterio y fueron paralizados los ascensos en el escalafón, todo esto hizo que la lucha nacional se debilitará en lo que quedaba del año y durante 1976.
A comienzos de 1977, en medio de este ambiente de tensa calma y creyendo seguramente que el magisterio se encontraba ya completamente derrotado, el gobierno nacional expidió el Decreto 128, también conocido como el Estatuto Docente de Durán Dussán. Nuevamente se intentaban limitar los derechos sindicales de los educadores al declararlos empleados públicos lo cual les negaba la posibilidad de realizar huelgas. También apareció el Decreto 224 con el cual se fijaba el incremento salarial del magisterio en un 20%, cuando el aumento del costo de vida del año anterior había superado ostensiblemente esa cifra (Benavides, E. Sin fecha).
Los sindicatos departamentales empezaron a dar muestras de descontento y la FECODE llamó a la unificación de la lucha en contra de las medidas. El movimiento magisterial volvía a resurgir, por segunda vez la lucha de los trabajadores de la educación hizo caer una medida reaccionaria y represiva del gobierno nacional. El nuevo ministro de educación del gobierno de López Michelsen, Rafael Rivas Posada, tuvo que suspender la aplicación del decreto en marzo de 1977.
El ministro convocó a los educadores a una mesa de diálogo para la concertación de un nuevo estatuto docente. Pero, a pesar de esa significativa victoria los maestros se mantuvieron combativos y reclamaron en la plenaria nacional de la FECODE la convocatoria a un paro nacional y la participación en el paro cívico nacional programado por diversos sectores de trabajadores para el mes de septiembre.
Los maestros entraron en paro el día 22 de agosto y lo mantuvieron hasta 6 de octubre, su intensa lucha del año 1977 coincidió así con el Paro Cívico Nacional que arranco el 14 de septiembre. El Paro Cívico se proponía una acción integrada de los sindicatos, las organizaciones populares y los partidos de izquierda para enfrentar las políticas del gobierno de López que habían conducido a un elevado costo de vida, las tasas de inflación de ese año estuvieron entre el 25 y 33%. Así mismo, pretendía mostrar la oposición a la congelación de los salarios, el mantenimiento del Estado de sitio, el cierre de las universidades y por supuesto el leonino Estatuto docente (Revista de América. Junio – Julio de 1977).
El Paro Cívico se mantuvo por cerca de tres días y representa para los trabajadores del país el punto más alto de sus luchas en el siglo XX. Su finalización se encuentra vinculada al alto grado de represión con el cual fue enfrentado por el gobierno nacional, la cifra de muertos no se ha podido aclarar pero si esta claro que las balas provenían de los aparatos militares del Estado. (Palacios, M. 2003)
Al año siguiente, a pesar del cambio de gobierno, el Estado continuó con la política de limitar las libertades democráticas y las garantías individuales de los ciudadanos. Fue en este contexto que vio la luz el Estatuto de Seguridad del presidente Turbay en el año de 1978. Sin embargo, a pesar de este hecho, el magisterio nacional no cedió en su lucha por conseguir un Estatuto que profesionalizará la carrera docente, aclarará las disposiciones concernientes al Escalafón y permitiera mantener las conquistas políticas ya alcanzadas. A lo largo de ese año y durante el comienzo del año siguiente se realizaron varios paros nacionales y departamentales lo que a la postre le permitió a la FECODE entrar en negociaciones sobre el nuevo Estatuto con el ministro de Educación de la administración Turbay, Rodrigo Lloreda Caicedo.
Fue así como el 14 de septiembre de 1979 fue expedido el Decreto 2277 o Estatuto Docente del Magisterio Colombiano. Un decreto que se convertía en una victoria histórica de los trabajadores de la educación en el país. Los paros y las movilizaciones de los años anteriores, el haber soportado dignamente el ambiente de hostilidad y represión estatal, así como, su innegable voluntad de lucha, le permitían ahora a los maestros alcanzar uno de sus mayores anhelos. Sin duda este fue un triunfo contundente de los trabajadores de la educación colombiana; triunfo que sólo ser pudo empañado por el papel conciliador de la dirección de la Federación Nacional de Educadores, pues, para nadie es un secreto que en el Estatuto no se consagraron todas las exigencias realizadas por los docentes en su lucha; la FECODE terminó cediendo parte de ellas en su negociación.
La lucha por el Estatuto docente en el Tolima, el relato de una líder sindical:
Existen grandes dificultades para poder historiar el desarrollo del sindicalismo docente en el departamento del Tolima, esto se debe sobre todo a la falta de fuentes documentales que nos permitan avanzar en la reconstrucción de los hechos, los procesos y las características básicas que marcan la existencia de estas organizaciones a lo largo de los años. En la década del 80 los tres sindicatos con los que contaban los maestros del departamento se fusionaron en el Sindicato de Maestros del Tolima, SIMATOL, sin contar con archivos oficiales que permitieran tener una idea clara de su pasado. Ese notable error ha sido nuevamente cometido por el sindicato salido de la unificación pues apenas en el año 2006 se ha empezado a crear un archivo documental.
Por tal motivo hemos apelado al relato de una de las líderes sindicales del magisterio tolimense para poder realizar un acercamiento al periodo histórico que nos interesa. Sostuvimos algunas entrevistas con la profesora y dirigente sindical Maria Victoria Valencia con la cual dialogamos sobre las luchas realizadas por el sindicato que agrupaba a los maestros de secundaria del Tolima en la década del 70, ATPEMO.
Vicky Valencia se graduó como licenciada en literatura y lingüística de la Universidad Santo Tomas de Bogotá en 1972, ese mismo año se desplazo a la ciudad de Ibagué en donde empezó a ejercer el cargo de docente de Español y literatura en el colegio Leonidas Rubio. Se sindicalizo a su llegada a la ciudad y para 1973 ya era dirigente zonal de la Asociación Tolimense de Profesores de Enseñanza Media Oficial, ATPEMO. Maria Victoria era militante del Bloque Socialista, una corriente trotskista que empezaba a cobrar cierta fuerza en algunos sectores del país, ese hecho le había permitido participar del movimiento estudiantil de los años anteriores y tener una formación política que la impulsó a la lucha sindical.
En 1975 pasó a ser parte de la junta directiva de ATPEMO, que estaba constituida en su mayoría por miembros de su misma colectividad política. Vicky recuerda que la lucha por el Estatuto Docente se hizo más fuerte desde 1972:
Ese año Galán, que era ministro de educación, presentó un estatuto sumamente lesivo a los intereses de los maestros y las posiciones se radicalizaron. Había un importante ascenso de los trabajadores y los estudiantes que empataba con las luchas de los docentes. (Valencia, M. 2007)
En el departamento existían para aquel entonces dos sindicatos fuertes y consolidados de maestros, SIMATOL que agrupaba a los docentes de primaria y ATPEMO que hacia lo mismo con los de secundaria:
En SIMATOL la junta directiva era mayoritariamente liberal y por eso conciliadora y poco combativa, sin embargo, en la coyuntura se les hacía muy difícil no participar de las movilizaciones y paros programados o desarrollar políticas de concertación con el gobierno. De tal modo, en la década del 70 se desarrollaron tareas conjuntas como la toma de vías, marchas y mítines en toda la ciudad y el departamento. El contexto nacional e internacional presionaba muchísimo para que los dirigentes fueran consecuentes con las exigencias de las bases, existía un ascenso mundial revolucionario que llegaba al país por la vía de la revolución cubana; la lucha obrera nacional se hacía cada vez más fuerte. En esa década del setenta visitaron la ciudad muchos líderes sindicales del país, vinieron de las fábricas de textiles de Medellín, de ECOPETROL y de Bavaria, todos a impulsar las luchas y la unidad de los trabajadores. (Valencia, M. 2007)
Cuenta María Victoria que la pelea más dura que tuvo ATPEMO por esos años fue luego del paro de maestros de 1975, ellos entraron a la huelga y al año siguiente se les informó que estaban despedidos. Desde el 4 de marzo de 1976 y hasta comienzos de 1977 ella, sus compañeros de la dirección sindical y 7 maestros de base estuvieron por fuera del magisterio:
En ese año largo vivimos en la sede del sindicato frente al seminario. Los 14 miembros de la junta fuimos despedidos, uno era liberal, el resto éramos trotskistas; estaban Gerardo Montoya, Arnulfo Arce, Dagoberto Portela, Nael Bravo, José Domingo Murillo, Pedro Varón, Ramiro Díaz, Gonzalo Cortazar, Alirio Barrero, Hermes González - el liberal - entre otros. Las únicas mujeres que hacíamos parte de esa junta éramos Neila Bonilla y yo. (Valencia, M. 2007)
Los dirigentes sindicales entablaron una demanda en contra del Estado colombiano que tardó un año en ser fallada, en 1977 fueron reintegrados a sus puestos de trabajo y se les tuvieron que pagar los salarios de los más de 12 meses de despido. Durante ese año ocuparon el segundo piso de la sede de ATPEMO que estaba acondicionado con alojamientos para sus asociados e hicieron olla común con los mercados que semanalmente les llevaban los compañeros del sindicato; en los colegios se hacían colectas en las que participaban los profesores, los padres de familia y los estudiantes:
En esa época muchos sectores estaban con nosotros, con las luchas de los trabajadores. Los padres de familia y los estudiantes salían a las marchas y nos apoyaban en casi todas nuestras acciones. Nosotros, cuando había paro, negociábamos directamente con ellos cómo reponer el tiempo. (Valencia, M. 2007)
En el paro cívico de 1977 el sindicato tuvo una participación activa. Las seis zonas de Ibagué ya venían en asamblea permanente porque el magisterio nacional había decretado con anterioridad el cese de actividades. Cada zona tenía un colegio como sede central, allí se reunían los maestros diariamente y planteaban las acciones a desarrollar:
En lo del Paro Cívico el trotskismo estuvo muy activo, aunque, allí confluyeron todos los sectores de la izquierda: el PC y los maoístas. Las asambleas eran realizadas diariamente y se tenían actividades y movilizaciones cotidianas. Se realizaban mítines, tomas de vías y de emisoras. Las tareas se discutían y aprobaban por la base. (Valencia, M. 2007)
En los otros municipios del departamento las asambleas se realizaban en las cabeceras municipales, en ellas se elegían comités municipales de docentes que hacían las veces de junta directiva y asistían a las asambleas departamentales.
El 14 de septiembre del 77 nos tomamos el puente del río Combeima, otros compañeros se tomaron el del río magdalena en Honda y en Flandes se taponaron las vías. Los maestros nos teníamos que tomar las vías porque nuestro peso en la economía nacional es mínimo, taponar las vías si lesionaban los intereses de los capitalistas, un paro de maestros no. (Valencia, M. 2007)
Según lo dicho por Vicky la toma del puente en el Paro Cívico duró en Ibagué tan sólo seis horas pues la policía disolvió la protesta con gases lacrimógenos y tomando detenidos a varios dirigentes sindicales. Los capturados fueron conducidos al comando de policía en la calle 21 con carrera 3ra, los que quedaron libres convocaron a una asamblea del sindicato y decidieron hacer un mitin frente al comando:
Rompieron vidrios y estuvieron arengando por nuestra liberación; en la celda escuchábamos los gritos y el vidrio roto pero no los podíamos ver. Nos dejaron libres cuatro días después. Luego de eso con el Estatuto de seguridad de Turbay fui a parar cuatro veces más a la cárcel, me acusaban de incitar a la violencia y a la subversión. El 22 de diciembre del 78 el F2 me apresó en un almacén de ropa de la 3ra con 13; yo salí gritando y algún conocido aviso al sindicato. Eso de las capturas se hizo típico en todo el país, así desaparecieron muchos. (Valencia, M. 2007)
Para la profesora Valencia el Estatuto docente de 1979 no fue una gran panacea como algunos plantearon, aunque si marcó un punto muy alto en las luchas de los maestros. En el momento de su expedición no le pareció muy bueno; opinaba que era una manera de acallar la voz de la protesta docente; después si empezó a considerarlo una conquista importante, sobre todo cuando se dio cuenta que en adelante no llegó a existir algo similar, que al contrario lo que vinieron fueron derrotas para el magisterio:
Con el 2277 logramos la profesionalización de la carrera docente, también un régimen disciplinario especial para los educadores. El gobierno cedió algunas cosas importantes a los maestros pero el decreto tenía sus elementos regresivos. Lo que menos me gustó de todo eso fue que habíamos podido lograr mucho más si la FECODE no entra a negociar y seguimos con las movilizaciones, SIMATOL participo de las comisiones de negociación del Estatuto con el gobierno, nosotros no le hicimos juego a esa política. (Valencia, M. 2007)
Al preguntarle cómo era posible explicar que luego de ese triunfo del 79 se empezaran a presentar tantas derrotas en el movimiento sindical de los docentes Vicky señaló varios factores:
El primer elemento que se tiene que tener en cuenta es que la realidad mundial empezó a cambiar; en muchas regiones los procesos revolucionarios fueron derrotados o traicionados por sus direcciones, eso, aunque uno no quisiera iba a impactar en la realidad nacional. La revolución en Centroamérica se estancó, se derrotaron importantes huelgas de los trabajadores en Inglaterra y USA, todos estos hechos le daban fuerza a los gobiernos nacionales y al capitalismo que había sido puesto en cuestión desde el final de la segunda guerra mundial y por supuesto también impactaba en la conciencia de la gente.
Segundo, yo considero que el papel de las direcciones sindicales del final de la década del 70 en adelante ha sido nefasto. Muchas de ellas, incluyendo la del magisterio, empezaron a implementar una política de concertación o de negociación que nos llevó a la ruina. Le decían al maestro: “no se puede conseguir todo” “tenemos que ceder algo para que nos den”. Así, se preparaban las actividades, se desarrollaban las movilizaciones y la dirección sindical salía a decir: “listo, ya está, nos vamos a sentar a negociar, tenemos que levantar el paro, tenemos que empezar por ceder algo”; luego en la negociación seguían cediendo, y se fue cediendo más y ganando menos hasta que llego el momento en que ya no se ganó nada y se cedió todo. Esa es una razón de peso para entender la cantidad de pérdidas.
Con esa idea desmontaron muchos paros en los mejores momentos de las luchas; los maestros empezaron a sentirse desilusionados y a negarse a seguir luchando, las derrotas se sucedían unas tras otras, la dirección decía que el paro había sido un éxito y luego resultaba que en la negociación se habían perdido conquistas ya alcanzadas. Las direcciones empezaron a perder respaldo y entonces optaron por ir haciendo los sindicatos menos democráticos, las decisiones importantes ya no se discutían, ahora se tomaban desde arriba. Estos son los asuntos que veo más importantes para ese cambio, sin embargo, existen otros elementos que uno puede relacionar con los anteriores e igual juegan un papel.
El magisterio de ese periodo estaba constituido por muchos luchadores, cuando se citaba a una huelga el 90% estaba en el paro, participaba de las asambleas, iban a las movilizaciones y los que no lo hacían respetaban la decisión. Eso era así porque los profesores estaban politizados, en los colegios se trabajaban con los estudiantes corrientes como el marxismo, la gente leía de esas cosas y creía en la revolución; todo eso se fue dejándose de lado cuando los maestros empezaron a sentirse derrotados. Por eso el papel de esas direcciones y su política de concertación ha sido una gran traición, le han hecho mucho daño a la lucha de los docentes.
Los maestros desde esa época hemos estado en todos los municipios del país y tenemos contacto directo con la gente, pero, a diferencia de ahora, en ese entonces gozábamos de mayor credibilidad y respeto; estábamos al mismo nivel del alcalde, del cura o del médico. Al maestro se le veía como una persona culta y reflexiva, y eso en muchos casos era cierto y se asociaba justamente con que había docentes críticos que estudiaban y se relacionaban con las políticas y teorías revolucionarias.
El hecho de que estuviéramos en casi todo el país resultaba ser muy importante, eso nos permitía tener el respaldo de muchos sectores, sobre todo porque nuestras luchas como docentes se extendían al campo social, no eran solamente económicas. Por ejemplo, nosotros desarrollamos acciones como sindicato en contra de la instalación de contadores de agua en municipios como Líbano y Cajamarca. En esos sitios la gente recibía el agua sin medidor y eso hacía el servicio muy barato; por eso, cuando el gobierno decidió instalarlos la gente no estuvo de acuerdo, se hicieron campañas para que no los pusieran. Los maestros estaban organizando y pidieron el apoyo de ATPEMO. El día que los instalaron nosotros fuimos y los ayudamos a quitar, tuvimos que salir escondidos en carros de carga porque la policía nos estaba buscando. (Valencia, M. 2007)
Finalmente le preguntamos a Vicky acerca de la situación actual de la educación y de los educadores en Colombia, y, sobre las lecciones que se podrían tomar de esa década del 70 para las luchas que deben librar los docentes colombianos en el actual periodo.
Con la aprobación por Congreso Nacional del Acto Legislativo 01 se crearon las bases para privatizar la educación pública, reformar las condiciones laborales de los maestros y liquidar los sindicatos; eso plantea un panorama poco alentador para los nuevos profesores que se amplia mucho más con el Estatuto docente de 2002; frente a eso, y mirando a través de los hechos del 70, puedo decir que muchos maestros en esa época aprendimos en la práctica que las cosas se ganaban peleando, así fue con la estabilidad laboral que hoy se está perdiendo, eso se ganó junto con el Escalafón Docente, que daba vía a la profesionalización de los maestros, en la calle con la huelga y la movilización. En aquellos años la política de la junta directiva de ATPEMO, así como, la de los trotskistas del Bloque Socialista, era la de la unificación de los sindicatos departamentales en una sola fuerza, aquí logramos eso. Llevada al contexto nacional esa idea planteaba la necesidad de un sindicato único de los trabajadores de la educación; yo pienso que eso sigue siendo válido; el gobierno con sus políticas se ha encargado de dividir al cuerpo docente, nosotros debemos a toda costa luchar por unificarlo y por dotar a las organizaciones de trabajadores de la educación de los más amplios criterios democráticos. (Valencia, M. 2007)
Conclusiones:
Pareciera que para el caso de la carrera docente en Colombia cae como anillo al dedo la sentencia que indica que “todo tiempo pasado fue mejor”, sin embargo, esto no es completamente cierto, las condiciones de vida de los maestros al comienzo de la segunda mitad del siglo XX distaban mucho de ser superiores a las actuales, es tan sólo en el periodo comprendido entre las décadas del 80 y 90 que se percibe una importante mejoría de la calidad de vida de este sector de los trabajadores colombianos, este cambio sustancial de su condición se debe esencialmente a ese periodo de ardua lucha llevada a cabo entre los años 1972 y 1979 que condujo a la aparición del anterior Estatuto Docente, el 2277, que como bien indicó la profesora Valencia no era la gran panacea, pero si una conquista significativa.
Como se ha dejado a entrever este Estatuto no fue fruto del altruismo del gobierno de Turbay Ayala, es una consecuencia directa de la lucha de los maestros y sus organizaciones sindicales en todo el país, que promovieron paros, tomas, mítines, y contaron con el apoyo decidido de otros sectores de trabajadores y del pueblo colombiano en general. A partir de estas acciones el magisterio nacional pudo alcanzar una serie de conquistas que favorecían el desarrollo profesional y las condiciones de vida de sus integrantes.
En la actualidad muchas de esas conquistas se pierden y el recuerdo de ese pasado glorioso de las luchas de los maestros en Colombia parece borrarse de la memoria, en tal sentido, resulta importante recordar que para poder comprender la actual condición de los maestros en el país es necesario conocer las dinámicas históricas que la fueron consolidando, es decir, es necesario analizar ese pasado vivido; sobre todo porque puede ser justamente allí en donde se encuentren las claves para la superación del presente. Mirar hacia atrás, conocer el pasado, es necesario para tener referentes precisos de los errores cometidos y de los aciertos que podrían potenciarse en la actualidad.
Hoy, por ejemplo, se hace tradicional pensar que los paros o cualquier otro tipo de acción, movilización o protesta no tienen sentido; no obstante la historia dice lo contrario, son esos los métodos que consolidaron un nivel de vida superior para los docentes de este país. Sin duda, el contexto nacional e internacional ya no es el mismo y muchos factores juegan en contra de que condiciones similares aparezcan, pero, a juzgar por lo ocurrido en ese entonces, será sólo la comprensión de la necesidad de la lucha unificada del magisterio la que permitirá avanzar en la restitución de las conquistas pérdidas, o porque no, en la superación de las mismas.
Por lo anterior consideramos oportuno resaltar que la vanguardia sindical del periodo 1972 – 1979 fue de singular importancia para la unificación de las luchas de los maestros colombianos y sus posteriores triunfos a nivel nacional, pero también, que muchas de las direcciones sindicales de ese periodo, a partir de sendas traiciones, fueron las que empezaron a sentar las bases para las derrotas que hoy padecen los maestros; es por ello que nos resulta significativo el llamado de la profesora Valencia a construir sindicatos que tengan como columna vertebral la más amplia democracia, que fomenten la formación política del profesorado y que permitan la discusión amplia de las medidas y acciones a realizar, para que no sea la burocracia la que termine decidiendo el futuro de los sindicatos y de las acciones de sus trabajadores. Las lecciones necesarias de este periodo histórico parecen entonces llegar de las voces de sus más fieles representantes y defensores.
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Palacios, M. (2005). Entre la legitimidad y la violencia – Colombia 1875 / 1994 Bogotá: Editorial
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Valencia, María Victoria. (2007, Noviembre 5 y 6). Entrevista.
Vasco, Carlos. (2005, Noviembre 30). Después de diez años Colombia ¿tras una segunda oportunidad?
– Entrevista - Extraído el 2 de Noviembre, 2007, Revista internacional del Magisterio
http://revista.magisterio.com.co/index.php?option=com
lunes, 30 de noviembre de 2009
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